LA VIDA DE LA CHISPA

Por Xabier Erkizia

“A spoonful of sugar helps the medicine go down
The medicine go down-wown
The medicine go down
Just a spoonful of sugar helps the medicine go down
In a most delightful way”

“A Spoonful of Sugar” Mary Poppins

El tiempo es cruel y despiadado. Mary Poppins, la niñera perfecta ideada en 1933 por la escritora australiana Pamela Lyndon Travers (1899-1996) y conocidamente adaptada para la gran pantalla por Walt Disney en la década de los 60, ahora da nombre a un síndrome de carácter psicológico. El retrato de perfección femenina que, acorde a los tiempos, construyó (sobre todo) Disney [1] y que interpretó de forma brillante Julie Andrews, se convierte ahora en una losa social para el género femenino: un modelo de mujer, una exigencia, una etiqueta, una forma de ser. Hablamos de un modelo que aunque observado desde la actualidad pueda parecer obsoleto, sobrevive, quizás de una forma más sibilina, a través de pequeños gestos o frases que este personaje repetía, generalmente cantando. Encontraremos en muchas de ellas automatismos que hemos adquirido respecto a diversas situaciones domésticas o comportamientos sociales, incluso observadas de forma crítica, encontraremos en ellas normas y reglas sociales que aún perduran en nuestras sociedades contemporáneas.

Si el refrán afirma que la letra con sangre entra, en el caso de Poppins esa sangre no es otra que la música, la tonadilla pegadiza [2] y fácil [3], endulzada con el grado perfecto de azúcar que como indica la cita inicial, ayuda a tragar la medicina.

Rastrear el origen de la efervescencia o en concreto toda agua carbonatada no es fácil. Su origen natural y su inmaterialidad hacen, al igual que ocurre con los sonidos, que definir un sólo origen para la misma resulte tarea imposible [4] . Sabemos, a través de diversos testimonios, que varios siglos antes de que la empresa Alka Seltzer presentara en sociedad su famosa pastilla efervescente [5] creando así una moda que perdura hasta la actualidad, existieron varios intentos de diseñar medicamentos de carácter efervescente [6] , siempre con el objetivo de acelerar su disolución en agua y así pudieran ser consumidos por personas que contaban con problemas de deglución o digestión. Curiosamente, en los primeros tests farmacológicos industriales, el sonido efervescente, tan reconocible por todos hoy, resultaba en realidad un estorbo, una especie de incordio necesario para lograr un objetivo que a priori requería de una seriedad, digamos que silenciosa o cuanto menos discreta.

Es a finales del siglo XIX cuando esos tests de efervescencia médica se mezclan curiosamente con la historia de las aguas carbonatadas (en inglés Soft drinks, aguas suaves), que si bien también tuvieron, casi por azar [7], un origen médico y bastante similar, pronto fueron adquiridas como distintivo de las aguas carbonatadas de recreo, o lo que hoy conocemos como gaseosas y refrescos. Esa pequeña coincidencia ha confundido, quizás por interés, la necesidad de una rápida absorción digestiva con estilos o modelos de vida contemporáneos, pero siempre manteniendo y subrayando una misma característica: su diseño sonoro.

El diseño sonoro es hoy uno de los factores mas importantes a la hora de proyectar cualquier facturación de objetos industriales en vista a su comercialización. Sirve como marca invisible pero indeleble, como inconsciente reclamo, que de una forma parecida al uso que hacía Mary Poppins de las canciones, además de significar desde el primer momento, apela a una serie de sensaciones íntimamente relacionadas con el bienestar, tanto sea para saciar la sed como para relajar el cuerpo o aplacar ciertos dolores.

Por tanto, no resultaría exagerado hablar aquí de un diseño sonoro propio de lo burbujeante, y del efecto analgésico, no ya sólo gracias a sus posibles composiciones, sino a la intensa sonoridad que nace del mismo. Multinacionales como Coca-Cola han hecho auténtica apología de las virtudes de ese sonar [8], hasta convertirlo en uno de los grandes iconos del diseño sonoro del siglo XX. Podríamos hasta llegar a afirmar, ciñiéndonos a esas políticas mediáticas, que si los modos de vida derivados del sistema capitalista suenan de una forma concreta, deberían de sonar a efervescentes burbujeos [9].

En definitiva, el sonido del burbujeo químico (sea este natural o artificial), porta consigo el significado de una sociedad medicalizada, de un cuerpo rendido a la intervención química, pero también de una clase social determinada.

Tal y como ocurre con la gran mayoría de los diseños sonoros globalizados (el sonido de las prendas de ropa, la infinita variedad del beeps electrónicos, el tritono público, las piezas de los automóviles y un largo etcétera) la capacidad de absorción cultural de dichos sonidos-pitidos- timbres alcanza hitos impensables, formando parte ya no solo de una cotidianeidad mundializada sino de ciertos modelos de vida y por ende de una identidad cultural global.

Paradójicamente ese sonido carbonatado, distintivo de las altas burguesías a primeros del siglo XX [10] es considerado hoy, una vez desclasado y convertido en bebida azucarada industrializada, un veneno para las clases sociales más bajas. En estos tiempos donde la salubridad se esta convirtiendo en una de las obsesiones sociales mas importantes, la exclusividad en términos de consumo de bebidas no-alcohólicas parece residir en las aguas naturales embotelladas. La primigenia fantasía de la burbuja se ha convertido en símbolo de lo sobre-azucarado, de la obesidad y por ende de posibles problemas sociales. La droga moderna más barata suena a burbuja.

Aquel fssshhhhh que significaba ligereza y elegancia comienza a sonar a pesadez y ordinariedad.

En el fondo, Mary Poppins siempre tuvo razón: la peor medicina con azúcar gustará, lo amargo quitará, sabrosa les sabrá.

Xabier Erkizia

[1] Son conocidos las diferencias creativas de la adaptación de la obra de Travers, hasta el punto que no realizó ninguna otra adaptación para cine. La queja principal de la escritora residía en el excesivo tono edulcorante que la compañía norteamericana quiso imprimir a su obra original.

[2] Léase Superfragilísticoespialidoso

[3] Se denomina earworm (gusanos de oído) a las tonadillas fáciles y pegadizas que a través de repeticiones incontables alcanzan grandes cotas de popularidad, incluso de obsesión en sus oyentes. Esta palabra angolsajona tiene su origen en la acepción alemana Ohrwurm, que si bien en la actualidad se utiliza con el mismo significado que en inglés, originalmente hacía referencia literal al uso médico de insectos de la orden de los dermápteros para tratar patologías o problemas de oído.

[4] “A finales del siglo XVII, los productores de Champagne, preocupados por conservar mejor y transportar sus vinos, comenzaron a utilizar botellas en lugar de barriles. Así, la efervescencia encerrada en las botellas se reveló en las copas. Fue un éxito inmediato.” https://www.champagne.fr/es/vid-vino/qu%C3%A9-es/efervescencia/historia-de-la- efervescencia. Consultada el 21 de junio de 2020.

[5] Las pastillas Alka Seltzer fueron comercializadas en 1931 por Miles Laboratories (comprada por Bayer en 1979), https://www.encyclopedia.com/history/culture-magazines/alka-seltzer. Consultada el 1 de julio de 2020.

[6] Ya desde la época de los romanos existen evidencias de experimentos realizados con diferentes sales que mas tarde se convertirían en sales de frutas.

[7] https://archive.org/details/b30364978 . Consultada el 1 de julio de 2020.

[8] Merece la pena recordar uno de los lemas más famosos utilizados por esta compañía multinacional y que da pie al título de este artículo: “La chispa de la vida”

[9] En el atroz retrato del sistema tardo-capitalista propuesto por el director de cine Darren Aronofosky en su película Réquiem por un sueño (2000), el sonido efervescente resulta una marca sonora.

[10] Las aguas carbonatadas se comercializaron sobre todo en Europa como aguas medicinales exclusivas para ciertas clases sociales y fue ampliamente adoptada por la burguesía como una bebida distintiva y elegante, tal y como ocurre ahora con las aguas tónicas.