ARCHIVO DE CONCHA JEREZ | CONCHA JEREZ'S ARCHIVE

Materializar el olvido. Un ensayo en torno a las fantasmagorías en la obra de Concha Jerez.


“En el contexto de la recuperación digital, el concepto mismo de pérdida se pierde.”[1] Estas palabras de Mark Fisher han permeado la base del conocimiento popular en torno a la tecnología dentro de la sociedad actual. La noción de la huella digital imborrable e inmortal, así como la idea de que todo conocimiento se encuentra a un simple “clic” u “Okay Google” de distancia son quizás ciertas en la superficie de Internet en la era digital. Mientras que el primer concepto contribuye a un mayor cuidado y conciencia en torno a aquello que se publica en el ciberespacio, el segundo hace referencia a las ideas “democráticas” de las primeras décadas de la era informática, donde se prometía un libre acceso a una Web donde toda información estaría disponible y donde cada usuario tendría el potencial de ser igual a los demás y de mantenerse anónimo; en definitiva, un lugar utópico de infinitas voces.

Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, somos cada vez más conscientes de esa falsa promesa. Prueba de ello son la (auto)censura, el (auto)control, la hipervigilancia, el condicionamiento algorítmico, la sobreinformación y la entrega de nuestros datos y privacidad a cambio de acceso, conexión, participación, comunidad y visibilidad, que dominan nuestra forma de relacionarnos con lo virtual.

Ya en las décadas de los 70, los 80 y los 90, la artista conceptual Concha Jerez comenzó a explorar los conceptos de (auto)censura, (auto)control, hipervigilancia y sobreinformación, en relación con los medios de comunicación a través de diferentes obras, como sus textos autocensurados, que lleva realizando desde la década de los 70, las diferentes versiones de su pieza Menú del Día (1994-2022), o su obra Tiempo vigilado (1998), en la que se escucha una voz decir “bienvenido al maravilloso mundo de la vigilancia electrónica”. Hoy en día, la artista considera que estos conceptos son aún más relevantes y se expanden a medios contemporáneos como las redes sociales, YouTube, la telebasura y cualquier medio digital. Lo que la artista comenzó a explorar, aludiendo a la falta de libertad durante la dictadura franquista, se ha convertido en una constante en su trabajo, que resuena en diversos contextos y medios de la era de la información, a nivel mundial.

Concha Jerez es una artista que vuelve una y otra vez a los conceptos que le obsesionan, como poseída por ellos.[2] Son los espectros que la acompañan y la persiguen a lo largo de su trayectoria artística. Como diría Jacques Derrida, “un fantasma no muere jamás, siempre está por aparecer y por (re)aparecer”.[3]

Aunque la hauntología es una perspectiva desde la que no se ha analizado la obra de esta artista, considero que una mirada o relectura a partir de este foco espectral puede dar lugar a nuevas formas de entender e interactuar con su obra. Quizás podríamos afirmar que todo artista conceptual es un artista que se inserta automáticamente dentro de la perspectiva hauntológica, dado que su “material” de trabajo son el pensamiento y las ideas. Esto coincidiría con la idea de Terry Castle de que “el pensamiento en sí es un proceso espectral.”[4] De esta manera, los artistas conceptuales trabajan lo espectral, lo inmaterial, lo invisible, lo oculto, lo ilegible, lo muerto, para traerlo al mundo de los vivos, los objetos y las imágenes. Los artistas conceptuales se convierten, así, en médiums. En el caso de Concha Jerez, cabe destacar no solo su labor como médium, como vaso comunicante entre la vida y la muerte, lo visible y lo oculto, lo publicado y lo censurado, sino también su uso de la estrategia de interferencia. En su obra se entremezclan tiempos, voces y espacios, generándose una obra fronteriza o, haciendo uso de una de las palabras más recurrentes en su trabajo, una obra ENTRE. En palabras de Fernando Castro Flórez, “Concha Jerez se desplaza en la frontera de los géneros artísticos […] para escribir de una manera diferente, transformar la información vertiginosa en tachadura, presentar un espacio de meditación. […] Concha Jerez trata de reencontrar lugares-y-no-lugares donde pueda activarse el sentido, aunque sea, precisamente, a partir de tachaduras o de procesos complejos o ambiguos, buscando que desde lo cotidiano pueda contemplarse lo necesario o escucharse lo inaudito”.[5] Concha Jerez interviene objetos encontrados, cargados de memoria, e interfiere en medios de comunicación y arquitecturas hegemónicas, para hacer visible lo oculto o traer al presente lo olvidado. En su estrategia de interferencia, “se trata de mostrar lo ilegible, dar cuenta de lo que se calla, interferir en una cultura obscena que, en última instancia, amordaza lo que no es ‘conveniente’”.[6] Consiste en un ejercicio crítico y rebelde, del que a su vez hace partícipe al espectador, incluso invitándolo a interferir en él, abriendo un ciclo de interferencias contra el conocimiento y el pensamiento preestablecidos. 

Los periódicos han sido sometidos en numerosas ocasiones a su estrategia de interferencia. Dentro de este soporte, los obituarios de Concha Jerez son quizás el ejemplo más evidente de la presencia de lo fantasmagórico en su carrera artística. A través de estas obras, la artista rescata obituarios, publicados en la prensa, de mujeres relevantes, que ocupan por primera vez las páginas de un medio de comunicación con motivo de su fallecimiento. Los fantasmas de estas mujeres recuperan así su voz, su vida y su memoria. En su exposición monográfica en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 2020, la artista creó un Paisaje de Memoria, un espacio fantasmal, reuniendo estos obituarios y enfrentando al espectador a pasados olvidados y mujeres enterradas. A través de sus tachaduras, del gesto de borrar y censurar, Concha Jerez resucita a la luchadora antifranquista Concha Carretero, a la voz de los torturados del franquismo Chato Galante, y a la abogada de igualdad María Telo, entre otras.

Con este texto, estos pensamientos espectrales y este proyecto de digitalización se busca interferir en la obra de Concha Jerez, haciendo uso de su propio método, para rescatar objetos, imágenes, vídeos e ideas que se hubieran quedado perdidos, reintroduciéndolos en el marco de estudio de la obra de esta artista y permitiendo una relectura hauntológica, contrahegemónica, visual y sonora. Se les confiere una nueva vida, o una vida propia a estas imágenes y palabras, que abandonan el mundo de lo inanimado, olvidado o muerto, y se reintroducen en la red de información. De esta manera, en este entorno virtual, nos aferramos al concepto de “no-pérdida” digital de Fisher y devolvemos la memoria que nos iban a robar, la memoria de los eventos performáticos, instalativos y procesuales de Concha Jerez.[7]

Jessica Janeiro Obernyer
Asesora Internacional de Galería Freijo y doctoranda en Historia del Arte




[1] Fisher, Mark. (2014) Ghosts of My Life. Writings on Depression, Hauntology and Lost Futures. Hampshire: Zero Books, p. 13.

[2] La palabra “haunted”, del inglés, sería más exacta, pero no existe una traducción precisa que recoja los diferentes matices de la palabra en inglés. Mariana Enríquez, en su novela Nuestra parte de noche hace referencia también a esta imposibilidad de traducir dicha palabra: “haunt me, no había palabras en castellano para ese verbo, haunt, no era embrujar, no era aparecer, era haunt.” En: Enríquez, Mariana. (2019) Nuestra parte de noche. Barcelona: Editorial Anagrama, p. 33.

[3] Derrida, Jacques. (2012) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Editorial Trotta, p. 115.

[4] Castle, Terry. (1988) “Spectral Technology and the Metaphorics of Modern Reverie”, The University of Chicago Press. Critical Inquiry, 15 (1), p. 56.

[5] Castro Flórez, Fernando. (2020) “La memoria heterotópica (instalaciones críticas, atmósferas inquietantes y espacio testimonial. Reconsideraciones sobre los procesos artísticos de Concha Jerez)”. Que nos roban la memoria. Concha Jerez. Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, p. 64 y 65.

[6] Ibid., p. 70.

[7] Se hace referencia a la exposición monográfica de Concha Jerez en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, titulada Que nos roban la memoria, llevada a cabo en 2020-2021.

Materialising Oblivion. An Essay on Phantasmagoria in the Work of Concha Jerez.


'In conditions of digital recall, loss itself is lost.'[1] These words by Mark Fisher have permeated the popular knowledge base around technology within today's society. The notion of the indelible and immortal digital footprint, as well as the idea that all knowledge is just a ‘click’ or ‘Okay Google’ away are perhaps true on the surface of the internet in the digital age. While the former concept contributes to a greater care and awareness of what is published in cyberspace, the latter refers to the ‘democratic’ ideas of the first decades of the computer age, which promised free access to a Web where all information would be available and where every user would have the potential to be equal to everyone else and remain anonymous - in short, a utopian place of infinite voices.

However, over the last decades, we have become increasingly aware of this false promise. Proof of this are the (self-)censorship, (self-)control, hypervigilance, algorithmic conditioning, over-information and the surrender of our data and privacy in exchange for access, connection, participation, community and visibility, which dominate the way we interact with the virtual space.

Already in the 70s, 80s and 90s, the conceptual artist Concha Jerez began to explore the concepts of (self-)censorship, (self-)control, hypervigilance and over-information, in relation with the media through different works, such as her self-censored texts, which she has been producing since the 70s, the different versions of her piece Menu of the Day (1994-2022), or her work Tiempo vigilado (1998), in which a voice is heard saying ‘welcome to the wonderful world of electronic surveillance’. Today, the artist considers these concepts to be even more relevant and expand to contemporary media such as social media, YouTube, trash TV and any digital platform. What the artist began to explore, alluding to the lack of freedom during Franco's dictatorship, has become a constant in her work, which resonates in diverse contexts and media of the information age, worldwide.

Concha Jerez is an artist who returns time and again to the concepts that haunt her, as if possessed by them. These are the spectres that accompany and haunt her throughout her artistic trajectory. As Jacques Derrida would say, ‘a ghost never dies, it remains always to come and to come back’.[2] 

Although hauntology is a perspective from which this artist's work has not been analysed, I believe that a (re)view or (re)reading exercise from this spectral focus can give rise to new ways of understanding and interacting with her work. Perhaps we could affirm that every conceptual artist is an artist who automatically inserts him or herself within the hauntological perspective, given that their working ‘materials’ are thoughts and ideas. This would coincide with Terry Castle's idea that ‘thought itself is a spectral process.’[3] In this way, conceptual artists work with the spectral, the immaterial, the invisible, the hidden, the illegible, or the dead, in order to bring them into the world of the living, objects and images. Conceptual artists thus become mediums.
In the case of Concha Jerez, it is worth highlighting not only her work as a medium, as a communicating vessel between life and death, the visible and the hidden, the published and the censored, but also her use of the strategy of interference. In her work, times, voices and spaces intermingle, generating a border work or, to use one of the most recurrent words in her work, an IN-BETWEEN work. In the words of Fernando Castro Flórez, ‘Concha Jerez displaces the frontier between artistic genres [...] to write in a different manner, transforming our age's cascading information into a blotting-out, presenting a space of meditation. [...] Concha Jerez tries to find again those places-and-non-places where one can activate meaning, even if it is, precisely, from a blotting-out or from a complex and ambiguous process, trying to turn daily life into a vantage point from which to contemplate what is necessary or to hear what is unheard'.[4]
Concha Jerez manipulates found objects, loaded with memory, and interferes in hegemonic media and architectures, to make the hidden visible or bring the forgotten to the present. In her strategy of interference, ‘the challenge is to show the illegible, to make an account of things unsaid, to interfere in an obscene culture which, ultimately, puts a gag on whatever it finds to be “inconvenient”’.[5] It consists of a critical and rebellious exercise, which in turn involves the spectator, even inviting him to interfere in it, opening up a cycle of interferences against pre-established knowledge and thought. 

Newspapers have been subjected on numerous occasions to her strategy of interference. Within this medium, Concha Jerez's obituaries are perhaps the most evident example of the presence of the phantasmagorical in her artistic career. Through these works, the artist rescues obituaries, published in the press, of relevant women, who occupy the pages of the media for the first time on the occasion of their death. The ghosts of these women thus recover their voice, their life and their memory. In her monographic exhibition at the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía in 2020, the artist created a Landscape of Memory, a ghostly space, bringing together these obituaries and confronting the viewer with forgotten pasts and buried women. Through her blotting-out, through the gesture of erasing and censoring, Concha Jerez resurrects the anti-Franco fighter Concha Carretero, the voice of the tortured victims of Franco's regime Chato Galante, and the equality lawyer María Telo, among others.

With this text, these spectral thoughts and this digitalisation project, the aim is to interfere in the work of Concha Jerez, using her own method, to rescue objects, images, videos and ideas that have been lost, reintroducing them into the framework of the study of this artist's work and enabling a hauntological, counter-hegemonic, visual and sonorous re-reading. These images and words are given a new life, or a life of their own, leaving the world of the inanimate, forgotten or dead, and reintroducing them into the information network. In this way, in this virtual environment, we hold on to Fisher's concept of digital ‘non-loss’ and return the memory that was going to be stolen from us, the memory of Concha Jerez's performative, installative and processual events.[6]

Jessica Janeiro Obernyer
International Advisor at Freijo Gallery and Art History PhD student




[1] Fisher, Mark (2014) Ghosts of My Life. Writings on Depression, Hauntology and Lost Futures. Hampshire: Zero Books, p. 13.
[2] Derrida, Jacques (2012) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Editorial Trotta, p. 115.
[3] Castle, Terry (1988) ‘Spectral Technology and the Metaphorics of Modern Reverie’, The University of Chicago Press. Critical Inquiry, 15 (1), p. 56.
[4] Castro Flórez, Fernando (2020) ‘Heterotopic Memory (Critical Installatinos, Disquieting Atmospheres and Testimonial Spaces: Reconsiderations on the Artistic Process of Concha Jerez)'. Que nos roban la memoria. Concha Jerez. Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, p. 78 and 79.
[5] Ibid., p. 83.
[6] This refers to Concha Jerez's monographic exhibition at the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entitled Que nos roban la memoria [Our Memory Is Being Stolen], to be held in 2020-2021.